01 -
En un bol mediano, mezcla bien las yemas de huevo hasta que se tornen más suaves y claras, esto te llevará como un minuto con un buen batido. Agrega la fécula de maíz y un cuarto de taza de la leche (reserva la leche restante). Revuelve todo bien hasta que no haya grumos. Pon este bol a un lado por el momento.
02 -
En una cacerola mediana, combina el azúcar, la sal, el cacao en polvo y las 1 3/4 tazas de leche restantes. Revuelve todo y ponlo en fuego medio-alto. No dejes que hierva, solo quieres que se caliente lo suficiente para que salgan burbujitas pequeñas en los bordes, como a unos 85-90°C. Si no tienes termómetro, busca solo esas burbujas alrededor de la cacerola.
03 -
¡Cuidado aquí! Saca la mezcla caliente del fuego. Luego, muy despacito, vierte como la mitad de esta mezcla en los huevos, mientras revuelves sin parar. Esto se llama temperar y evita que los huevos se cocinen. Sigue revolviendo mientras viertes para que todo quede suave.
04 -
Vierte todo de vuelta en la cacerola y regresa al fuego medio-alto. Ahora sí, ¡a trabajar tus brazos! Revuelve constantemente mientras se calienta. Cuando empiece a hervir suavemente, baja a fuego medio-bajo y sigue revolviendo hasta que espese lo suficiente como para cubrir el dorso de una cuchara. Esto suele tomar de 2 a 3 minutos después de hervir.
05 -
Quita la mezcla del fuego y añade el extracto de vainilla o chocolate si elegiste utilizarlo. Pasa el pudding a un bol grande o a recipientes individuales si te apetece algo más bonito. Para evitar que se forme una película arriba (a menos que te guste), coloca un trozo de plástico envolvente directamente sobre la superficie del pudding. Mételo al refrigerador por al menos una hora; si puedes dejarlo dos horas será perfecto.
06 -
Al momento de comer, quita el plástico y revuelve ligeramente el pudding. Colócalo en tus recipientes favoritos si aún no lo hiciste, y agrega crema batida, virutas de chocolate o frutos frescos si quieres algo especial. ¡Luego agarra tu cuchara y disfruta de esta delicia casera!