01 -
Toma las pechugas y sécalas con servilletas de cocina para que no resbalen en la tabla al cortarlas. Pon una pechuga plana y pasa un cuchillo afilado de manera horizontal para dividirla en dos filetes, asegurándote de que el cuchillo esté paralelo a la tabla. Si la pieza tiene un lado más grueso, aplánalo suavemente usando un mazo de cocina o la base de un sartén pesado. Repite con la otra pechuga para tener cuatro filetes.
02 -
Usando un recipiente de cristal o cerámica (los metálicos no van bien por los ingredientes ácidos), vierte el aceite de oliva. Agrega el ajo triturado, las especias, sal y azúcar. Remueve todo hasta que quede completamente mezclado y huela delicioso.
03 -
Coloca los filetes en la marinada y voltéalos varias veces para cubrirlos por completo. Cubre el recipiente y mételo al refrigerador por al menos media hora para que los sabores hagan su magia. Si piensas con anticipación, puedes dejarlo marinar hasta 48 horas para un sabor más profundo.
04 -
Cuando estés listo para cocinar, calienta un sartén grueso a fuego medio. No hace falta más aceite ya que la marinada ya lleva suficiente. Retira el pollo de la marinada y deja que gotee el exceso antes de ponerlo en la sartén caliente. Cocina sin moverlo por 4 minutos para que adquiera un color dorado bonito. Luego dales la vuelta y cocínalos otros 3-4 minutos, asegurándote de que estén bien cocidos pero todavía jugosos.
05 -
Pasa los filetes a un plato tibio y déjalos reposar por unos 5 minutos. Esto ayuda a que los jugos se redistribuyan dentro de la carne, volviéndola más suave. Sirve con cuscús, arroz o una ensalada fresca. También puedes cortar el pollo en tiras y usarlo para wraps o sándwiches.