01 -
En un bol, mezcla la mostaza Dijon, la miel, la mayonesa y el zumo de limón hasta que quede todo bien integrado. ¡Esta salsa es una maravilla! Reserva unos 4 cucharadas en un recipiente pequeño y guárdalo en la nevera para usar luego como salsa para mojar.
02 -
Coge una bolsa grande con cierre y mete las pechugas de pollo. Vierte el resto de la mezcla de mostaza y miel, cierra la bolsa y masajea bien para que cada trozo de pollo quede cubierto. Métela en la nevera mínimo 30 minutos, aunque si la dejas toda la noche mucho mejor - créeme, merece la pena la espera.
03 -
Cuando vayas a cocinar, precalienta el horno a 200°C. Toma una sartén grande apta para horno (una de hierro fundido es perfecta) y derrite la mantequilla a fuego medio-alto. En cuanto esté burbujeante, añade los champiñones laminados y déjalos dorar hasta que estén doraditos, unos 5-7 minutos. Pásalos a un plato - los necesitaremos en un momento.
04 -
En la misma sartén (no la laves - esos restos de champiñones dan sabor), calienta el aceite de oliva hasta que brille. Saca el pollo marinado de la bolsa, dejando escurrir el exceso de marinada, y coloca las pechugas en la sartén caliente. Déjalas sin tocar unos 5 minutos hasta que tengan una costra dorada, luego dales la vuelta y cocina otros 5 minutos por el otro lado.
05 -
¡Ahora viene lo divertido! Reparte los champiñones salteados por encima de las pechugas, espolvorea el bacon crujiente, y cubre todo con una generosa capa de queso rallado. Puede parecer mucho queso, pero nunca es demasiado, ¿verdad?
06 -
Tapa la sartén (con su tapa o papel de aluminio si no tiene una tapa que pueda ir al horno) y métela en el horno precalentado. Deja que se hornee hasta que el pollo esté completamente cocinado (temperatura interna de 74°C) y el queso esté burbujeante y derretido, unos 10-15 minutos según el grosor de las pechugas.
07 -
Saca la sartén del horno (¡cuidado, quema!) y deja reposar un minuto o dos. Espolvorea con perejil fresco si quieres darle un toque elegante, y añade pimienta negra y un poco de sal si hace falta. Sirve con la salsa de mostaza y miel reservada para mojar. ¡Prepárate para escuchar suspiros de placer en la mesa!