01 -
Agarra un cuchillo para cortar la corteza de tus rebanadas de pan. Luego usa un rodillo para aplanarlas bien. Presiona con ganas para que queden delgadas y fáciles de enrollar.
02 -
En un cuenco pequeño, combina la mantequilla derretida, el azúcar moreno y la canela. Revuelve todo hasta que quede como una pasta cremosa y de un color caramelo. ¡Huele delicioso!
03 -
Con la ayuda de un cuchillo o cuchara, unta una capa fina de la mezcla de canela sobre cada rebanada aplanada. Deja un pequeño borde alrededor para que no se desborde. Después, enrolla cada rebanada desde un extremo como si estuvieras haciendo pequeños puros. Aprieta el borde para que se cierre bien.
04 -
En un tazón poco profundo, mezcla los huevos, la leche, la canela y la vainilla. Bate hasta que todo esté bien integrado. Este es el recubrimiento que le dará a los rollitos ese toque suave y delicioso cuando se cocinen.
05 -
Calienta la mantequilla en una sartén a fuego medio. No lo pongas muy alto para evitar que se quemen rápidamente. Sumerge cada rollito en la mezcla de huevo, dando solo un toque rápido para que no se mojen demasiado, y colócalos en la sartén con el borde cerrado hacia abajo. Cocínalos durante 2-3 minutos, girándolos suavemente con unas pinzas hasta que todos los lados estén dorados.
06 -
Saca los rollitos de la sartén y pásalos a un plato. Son espectaculares tal cual, pero si quieres, puedes añadir azúcar glas, un poco de miel de agave, o crema batida para darles un toque extra. ¡Cómelos mientras aún estén calentitos y crujientes por fuera!