01 -
Llena tu olla más grande con agua, agrega un buen puñado de sal (debe saber como el mar), y ponla a hervir. Echa los fideos y cocínalos hasta que estén tiernos - fíjate en las instrucciones del paquete para el tiempo.
02 -
Mientras esperas que hierva el agua, seca las pechugas con papel de cocina (así se dorarán mejor). Sazónalas por todos lados con sal, pimienta y ese aromático tomillo seco.
03 -
Calienta bien tu sartén a fuego medio, añade un chorrito de aceite, y pon las pechugas sazonadas. Déjalas que se cocinen unos 5-6 minutos por cada lado hasta que estén doradas por fuera y hechas por dentro. Ponlas en un plato para que reposen - esto mantiene todos sus jugos.
04 -
En la misma sartén (no la limpies - esos trocitos de pollo le dan sabor), echa la mantequilla y el aceite. Cuando la mantequilla esté derretida y burbujeante, añade el ajo picado y déjalo cocinar hasta que empiece a oler rico, como un minuto.
05 -
Mezcla los fideos cocidos con la salsa de ajo y mantequilla y revuelve bien para cubrir cada fideo. ¡Aquí es donde ocurre la magia! Sazona con sal y pimienta hasta que el sabor te guste.
06 -
Corta el pollo reposado en trozos bonitos. Sirve los fideos mantecosos en platos calientes, coloca las rodajas de pollo encima, y termina con un poco de queso parmesano y perejil fresco. ¡Sírvelo mientras todo está caliente y humeante!